4 cosas que me gustan de los candidatos

Parto de la base de que la selección es perversa. Después de más de 12 años dedicándome a ello, me he dado cuenta de que es bastante injusta. Que en poco tiempo, muchas veces, pretendamos conocer la valía profesional y personal de un candidato es totalmente insuficiente. Y es que… ¿Cuánto tiempo hace falta para conocer realmente a una persona? Los gurús del amor dicen que 3 años… Sí, está claro que intentamos ser sumamente objetivos, pero a mí nadie me quita de la cabeza que siempre estaremos influidos por experiencias pasadas a la hora de evaluar personas.

Personalmente como seleccionadora intento ser cercana. Ya bastante doloroso me parece el hecho de tener que buscar trabajo por estar en el paro o porque no estás motivado en tu actual puesto, como para, aún encima, hacer sufrir a la candidata en cuestión con entrevistas eternas y extremadamente formales, pruebas interminables y exprimidos mentales que se remontan hasta las relaciones paterno filiales. También es odioso el seleccionador que te da la mano y ya te tiene calado.

Aquí dejo las 4 sencillas cosas que a mí particularmente me gustan de los candidatos/as:

– Que lleguen 2 o 3 minutos antes. Mucha gente llega a la entrevista con bastante tiempo de antelación, por si no encontraba el sitio, para asegurarse de no llegar tarde… o por otros motivos. A mí me resulta bastante incómodo que se interrumpa la entrevista anterior porque me avisan o oigo el timbre y ya sé que viene el siguiente,  y supongo que al candidato entrevistado más, porque le descentra. 2 o 3 minutos es suficiente, y avisa de que el tiempo con el que precede ya llega a su fin.

– Que sonrían. Las sonrisas sinceras me agradan mucho. Una persona que sonríe de manera equilibrada me dice de ella que tiene un correcto control emocional. Que es capaz de mirar el lado bueno de las cosas, y de apreciar la naturalidad. Eso sí, las sonrisas demasiado forzadas se notan, y a mí me generan duda. Hay que ensayar la sonrisa, pero no con la cara, sino por dentro.

– Que gesticulen. No en exceso pero me gusta que le gente se exprese con su cuerpo, con su cara, con sus manos. Me parece inteligente utilizar nuestra anatomía para enfatizar nuestro discurso. La gente demasiado seria o rígida me hace desconfiar, básicamente porque están contenidos, y eso puede significar que hay algo que no quieren mostrar.

– Que hablen con pasión de su trabajo. En una selección reciente me he encontrado a varias personas que le brillaban los ojos al hablar de su trabajo. Lo explicaban como si fuese el mejor trabajo del mundo. Lo que más les gustaba hacer. Ambos jóvenes, uno escaneaba facturas, y el otro era soldador. Me daban ganas de trabajar en lo mismo que ellos. Es necesario no perder nunca esa ilusión por lo que hacemos.

 

Y vosotros, ¿sentís pasión por lo que hacéis?

 

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